Ingesta de agua y fisiología de la hidratación en la infancia
Una revisión de las pruebas científicas actuales sobre la fisiología del agua y la importancia de la hidratación desde la infancia hasta la adolescencia.
Introducción
La infancia es una etapa decisiva para el desarrollo general durante toda la vida de una persona (WHO, 2009). Está demostrado que la dieta de un niño desempeña un papel importante que determinará su crecimiento y su salud en la vida adulta (Tanner, 1981). Una hidratación saludable constituye una parte importante de una dieta equilibrada. Los estudios actuales parecen indicar que la ingesta de líquidos por los niños es a menudo subóptima en comparación con los valores de referencia establecidos (Kant et al., 2010, Kavouras et al., 2011, Stahl et al., 2007, Stookey et al., 2011).
Este documento tiene como fin presentar las pruebas científicas actuales relativas a la hidratación infantil. El desarrollo fisiológico durante la infancia es muy complejo; así, las necesidades y la fisiología del agua cambian con la edad. En este documento se ofrece un resumen de los conocimientos actuales sobre la fisiología de la hidratación y la ingesta de agua en niños y se destacan las principales diferencias que existen con los adultos en este sentido. Trata sobre la fisiología del agua, la importancia de una hidratación adecuada para la salud, las pautas y el consumo de líquidos infantil, así como las prácticas y esfuerzos que se están realizando actualmente para aumentar la ingesta de agua en los casos en que resulta subóptima.
I. Características de la fisiología del agua desde la infancia hasta la adolescencia
A lo largo de la vida, se producen muchos cambios en la fisiología y el metabolismo del cuerpo humano. Así, el cuerpo necesita variar el aporte de energía, de nutrientes y de agua desde la infancia hasta la edad adulta, y se ha observado que la mayor necesidad en relación con la masa corporal se produce durante la infancia y la adolescencia, para poder soportar el crecimiento y el desarrollo fisiológico.
La fisiología del agua cambia rápidamente durante los primeros años de vida, y alcanza progresivamente la fisiología adulta en la adolescencia.
I.1. Contenido en agua del cuerpo
El agua es el principal componente del cuerpo humano. En general, representa el 60% del peso corporal de un adulto (Watson et al., 1980).
Además, debido a las diferencias de composición corporal, los niños tienen un mayor contenido en agua en relación con su masa corporal que los adultos. En promedio, el agua representa el 75% de la masa corporal de un lactante durante los 6 primeros meses de vida (Altman, 1961). Después se reduce rápidamente entre los 6 meses y 2 años de edad, y más despacio durante la infancia. Alcanza el nivel adulto hacia la pubertad (>12 años). También es a partir de los 12 años cuando aparecen las diferencias de sexo: el agua como porcentaje del peso corporal total se reduce más rápido en las chicas, debido a que, en general, las mujeres tienen un mayor porcentaje de grasa corporal que los hombres (Figura 1) (Altman, 1961, Novak, 1989).
Figura 1. Agua corporal total media como porcentaje del peso corporal por grupo de edad en hombres y mujeres. (Adaptado de Altman, 1961).
El contenido total de agua en el cuerpo varía en función de la composición corporal de cada individuo, puesto que: la masa corporal magra contiene aproximadamente un 73% mientras que la masa corporal grasa tiene mucha menos agua corporal (10%) (Péronnet et al., 2012, Altman, 1961).
I.2. Equilibrio de agua corporal
El equilibrio hídrico corporal se define como el balance entre las pérdidas y los aportes.
I.2.1. Principales pérdidas de agua en niños
En condiciones normales, el agua corporal se pierde sobre todo a través de la orina y la piel y, en menor medida, por los pulmones y las heces.
Pérdidas de agua por la orina
El metabolismo del cuerpo produce residuos que deben ser eliminados, principalmente a través de la orina. El tracto urinario, que se compone de los riñones, los uréteres, la vejiga y la uretra, produce, almacena y excreta la orina (Figura 2).
Figura 2. El tracto urinario.
El volumen urinario medio oscila entre 1 y 2 L/d en los adultos (Manz et al., 2003), pero se produce una reducción gradual del volumen de orina cuando disminuye la ingesta de líquidos. En los niños, el volumen urinario medio está entre 600 y 1300 mL/d y se reduce con la edad hasta alcanzar progresivamente los valores adultos (Alexy et al., 2012). Con la edad, se ha observado una reducción del volumen urinario en relación con el peso corporal en niños de 4 a 14 años (Ebner et al., 2002).
Pérdidas de agua por la piel y los pulmones
Las pérdidas de agua por la piel se producen a través del sudor y la pérdida de agua insensible. El sudor es un mecanismo activo que se basa en la excreción de agua y otros componentes a través de las glándulas sudoríparas. Sin embargo, la pérdida de agua insensible no contiene solutos y se refiere a la evaporación de agua por el tracto respiratorio y por difusión pasiva en la piel. La pérdida de agua por el sudor es baja a temperatura ambiente moderada y en un estado sedentario (EFSA, 2010).
La relación entre superficie corporal y masa corporal de niños y adultos es distinta. En niños pequeños (1-2 años) es el doble de alta que en adultos. La diferencia se equipara en la adolescencia, una vez que los niños han alcanzado casi su talla adulta (Silvaggio et al., 1993). Esto explica por qué, hasta la adolescencia, los niños pierden más agua en relación con la masa corporal por la piel que los adultos en condiciones de reposo y temperatura ambiente atérmicas.
I.2.2. Aumento de agua
El aumento de agua viene del agua contenida en los líquidos y alimentos ingeridos, así como del agua metabólica (agua producida por el organismo durante la oxidación de los nutrientes) (Shirreffs, 2003,Benelam et al., 2010). Este último aspecto se tratará en el apartado III.1.
I.3. Regulación del equilibrio de agua corporal
I.3.1. Regulación por los riñones
Tanto en niños como en adultos, los riñones son los órganos vitales responsables de regular el volumen y la composición del fluido extracelular a través de unos complejos recorridos neuroendocrinos (Andreoli et al., 2000): son los principales órganos encargados de mantener el equilibrio de electrolitos, así como el equilibrio hídrico. Funcionan como filtros selectivos eliminando los productos finales metabólicos, y ajustando los niveles de sustancia excretada, electrolitos y agua para mantener una composición constante en la sangre, gracias a los mecanismos de reabsorción y secreción.
Los riñones pueden reabsorber o eliminar el agua según las necesidades corporales. Para lograr esta función, reciben la influencia de diversas hormonas, especialmente la hormona antidiurética (ADH), pero también la aldoesterona y factores natriuréticos. La ADH (hormona antidiurética, también conocida como vasopresina) es una hormona que conserva el agua: aumenta la permeabilidad al agua, facilitando así su reabsorción en los capilares del riñón. La ADH participa también en el mecanismo que induce la sensación de sed (Groff et al., 1995) (Figura 3).
Figura 3. Regulación del equilibrio hídrico por la ADH y el riñón.
Como consecuencia, la producción de fluidos renales puede variar enormemente para mantener el agua corporal total en función del volumen de sal y agua principalmente. Sin embargo, existen límites a la conservación y excreción: los riñones pueden regular la osmolalidad de la orina en un rango amplio: de 50 mosm/L a 900-1.400 mosm/L en adultos (Isaacson, 1959, Mertz, 1963).
En los niños, la función renal alcanza su madurez hacia los 2 años de edad, con un índice de filtración glomerular y una capacidad de concentración y dilución de la orina comparable a la de los adultos. (Brenner et al., 2008, Gearhart et al., 2009). Sin embargo, la frecuencia y el volumen de evacuación no alcanzan la madurez hasta la adolescencia (Ellsworth et al., 2005, Gearhart et al., 2009).
I.3.2. El mecanismo de la sed
Cuando las pérdidas de agua superan la ingesta de agua, el cuerpo entra en estado de hipohidratación. Junto con los riñones, la sed contribuye a restaurar el equilibrio hídrico estimulando el deseo de beber. La sed es una sensación en la que influyen factores fisiológicos (tonicidad celular, volumen extracelular, distensión estomacal, volumen de ADH en sangre...) y factores conductuales (comidas, preferencias, disponibilidad de bebidas...). Sin embargo, al igual que sucede en los adultos, la sed y la ingestión voluntaria de líquidos no siempre garantizan una hidratación adecuada (Rowland, 2008, Rowland, 2011). De hecho, algunos estudios han indicado que, cuando están deshidratados y se les deja elegir, niños y adolescentes no beben lo suficiente como para garantizar la reposición total de la pérdida de agua (Bar-Or et al., 1980, Rivera-Brown et al., 1999, Santana et al., 1995).
I.3.3. Termorregulación
El agua desempeña un papel esencial en el proceso de control de la temperatura corporal. La evaporación de sudor por la piel constituye un sistema de refrigeración eficaz y representa la principal vía de pérdida de calor en adultos (Delamarche et al., 1990).
A diferencia de los adultos, los niños pierden más calor por convección (pérdida de calor seco) que por evaporación (Delamarche et al., 1990). Esto puede explicarse por dos diferencias fisiológicas principales. En primer lugar, los niños tienen una mayor proporción de superficie corporal respecto de su masa corporal y el intercambio de calor seco depende de la superficie (Sinclair et al., 2007). Otro motivo es la inmadurez de sus mecanismos de sudoración (Rowland, 2008). Hasta la pubertad, los niños tienen un índice de sudoración muy inferior a los adultos, y la diferencia es mayor en el caso de los varones (Rowland, 2011).
A pesar de estas diferencias, se han observado resultados similares de termorregulación en niños y adultos que realizaban ejercicio con calor estando correctamente hidratados (Inbar et al., 2004, Rivera-Brown et al., 2006, Rowland et al., 2008). Sin embargo, en situaciones similares con privación de agua, los limitados datos disponibles sugieren que la temperatura corporal sube más rápido en los niños que en los adultos (Bar-Or et al., 1980).
Así pues, los niños prepúberes pierden menos agua que los adultos durante el ejercicio y/o con calor pero la regulación de su temperatura corporal puede ser más sensible a la deshidratación que en los adultos.
En resumen
En general, las diferencias fisiológicas en lactantes, niños y adolescentes en comparación con los adultos están relacionadas con el contenido de agua en el cuerpo, las pérdidas hídricas insensibles, el índice de sudoración y la función renal en el caso de los niños menores de dos años (Figura 4). Se atenúan a lo largo de la infancia para equipararse a las de los adultos en la adolescencia.
Figura 4. Características de la fisiología del agua desde la infancia hasta la adolescencia.
Para retener
Características fisiológicas de la hidratación en los niños
La fisiología hídrica cambia rápidamente durante los primeros años de vida, y se va ralentizando hasta alcanzar progresivamente el patrón adulto.
Los niños, y en especial los lactantes, tienen un mayor contenido en agua en relación con su masa corporal que los adultos.
Hasta que alcanzan su talla adulta, los niños pierden más agua por la piel que los adultos en reposo y en condiciones térmicas normales.
Hasta la adolescencia, los niños y en especial los lactantes tienen una mayor renovación hídrica en relación con su masa corporal que los adultos, especialmente durante las primeras semanas de vida.
Los niños presentan una mayor necesidad de agua por peso corporal que los adultos, debido en parte a una mayor pérdida de agua insensible por difusión cutánea.
Los riñones alcanzan la madurez hacia los dos años de edad aproximadamente, con una capacidad de dilución y concentración de la orina equivalente a la de los adultos.
II. La importancia de una hidratación adecuada para la salud infantil
El agua es un nutriente esencial y el principal componente del cuerpo humano (Peronnet et al., 2012). Así pues, parece lógico que el estado hídrico y el consumo de agua puedan tener consecuencias para los niños, especialmente pensando en la actividad física y la función cognitiva.
II.1. Evaluación del riesgo de deshidratación
Aunque no existe una definición absoluta, las deshidratación suelen definirse como una disminución del contenido total de agua en el cuerpo debido a una pérdida excesiva de fluidos, una disminución de la ingestión de líquidos o la combinación de ambos (Begum et al., 2010).
La evaluación del estado de hidratación de una persona consiste en la medición (directa o indirecta) de la cantidad total de agua en el cuerpo (Shirreffs, 2003). Aunque no hay acuerdo sobre un único método para evaluar el estado de hidratación, lo más adecuado para la población en general parece ser combinar diversos marcadores. Concretamente, se ha demostrado que los biomarcadores urinarios del estado hídrico tales como el volumen en 24 horas, la osmolalidad y el color varían considerablemente entre los adultos que beben diferentes volúmenes de líquidos al día: <1,2 L/d vs> 2,0 L/d (Perrier et al., 2012). Éstos resultados sugieren que los biomarcadores urinarios son adecuados para detectar las pequeñas diferencias en el estado hídrico que se producen en la vida diaria normal.
También se pueden utilizar otros métodos y marcadores, como son la sangre, los índices salivales, las técnicas de dilución, el análisis por activación de neutrones y los valores de sed. El cambio de la masa corporal a menudo es la técnica más rápida, sencilla y precisa de usar cuando se espera que se produzcan pérdidas sustanciales de agua durante un breve período de tiempo, por ejemplo durante una sesión de ejercicio físico. Finalmente, la relevancia del método depende de las condiciones de medición: sobre el terreno, resultan más adecuadas las técnicas fáciles de usar, seguras, portátiles y más economícas (Armstrong, 2007).
II.2. Estado hídrico y actividad física
II.2.1. Efectos de la deshidratación durante la actividad física
Durante la actividad física, la deshidratación afecta una serie de funciones fisiológicas, aumentando el esfuerzo termorregulador y cardiovascular (Murray, 2007). Esto provoca una disminución del rendimiento y un mayor riesgo de golpe de calor por esfuerzo (calambres por calor, desvanecimiento, agotamiento, insolación grave), especialmente durante un ejercicio físico contínuo en clima cálido/muy cálido (Council on Sports Medicine and Fitness and Council on School Health, 2011).
En los atletas adultos, hay pocas dudas de que la deshidratación de más del 2% de la masa corporal pone en peligro las funciones fisiológicas y disminuye el rendimiento físico (Sawka et al., 1999).
La relación entre el estado hídrico y la disminución del rendimiento en niños ha sido menos evaluada. Diversos estudios demuestran que incluso la deshidratación de un 1-2% de la masa corporal reduce el rendimiento aeróbico en varones prepúberes (Dougherty et al., 2006, Wilk et al., 2002). Además, Kavouras et al. (2011) demostraron que la mejora del estado hídrico mediante una intervención educativa generó un aumento significativo de la resistencia durante el ejercicio en niños. Así, no cabe duda de que es importante promover la ingesta de líquidos entre los niños que hacen ejercicio.
II.2.2. ¿Les afecta a los niños el ejercicio de manera distinta que a los adultos?
Desde el punto de vista mecánico, como los niños prepúberes sudan menos que los adultos, pueden retener mejor el agua corporal durante el ejercicio. Sin embargo, unas mayores pérdidas de agua insensibles respecto a la masa corporal implican una mayor necesidad de agua por peso corporal en comparación con los adultos. Los datos disponibles sobre la respuesta fisiológica de los niños y el rendimiento físico en clima cálido no son suficientes para arrojar conclusiones definitivas. Además, a diferencia de las hipótesis anteriores, los estudios actuales indican que la termorregulación puede ser similar en niños y adultos a pesar de que sus mecanismos termorreguladores dominantes sean diferentes. Hasta la fecha, no existen pruebas significativas de que los niños tengan un riesgo distinto de deshidratación o hipertermia a los adultos durante la actividad física (Rowland, 2008).
En niños bien hidratados, no se ha observado un mayor riesgo de golpe de calor por esfuerzo que en los adultos (Inbar et al., 2004, Rivera-Brown et al., 2006, Rowland et al., 2008, Shibasaki et al., 1997). Pero no se ha estudiado este riesgo en situaciones de privación de agua.
II.2.3. Consumo de agua y actividad física
Durante la actividad física, las necesidades de agua pueden aumentar rápidamente: por lo tanto, se recomienda incrementar el consumo de agua durante y después de hacer ejercicio para reponer el agua perdida por el sudor (American Academy of Pediatrics Committee on Nutrition and Council on Sports Medicine and Fitness, 2011).
Según el informe clínico del Comité de Nutrición de la Academia Americana de Pediatría (AAP) y el Consejo de Medicina del Deporte y la Salud (2011, pp. 1182); "con los niños y adolescentes, hay que tener mucho cuidado al seleccionar la bebida con la que se hidratarán antes, durante o después del ejercicio". En general, para los niños que realizan una actividad física regularmente, basta con que consuman agua para reponer el agua perdida por el sudor durante el ejercicio. El agua no aumenta la ingesta de calorías ni el volumen de solutos en el riñón. Así, su consumo es adecuado como parte de un modo de vida saludable que combine una dieta equilibrada con una actividad física moderada.
El informe de la AAP afirma: "también se debería enseñar a los niños y adolescentes a beber agua cada día como su primera opción de bebida, mientras se cubran las necesidades calóricas de la dieta diaria y de otros nutrientes (p.ej, calcio, vitaminas, etc.). Asi mismo establece que el agua es también, en general, la opción más adecuada para hidratarse antes, durante y después de la mayoría de los regímenes de ejercicio. Y que los niños deberían tener libre acceso al agua, especialmente durante el horario escolar".
Además, el Instituto de Medicina estadounidense publicó en 2007 un informe en el que recomendaba unos hábitos alimentarios más saludables para los niños y adolescentes en el colegio. Estas recomendaciones incluyen:
- Restringir los alimentos y bebidas con un alto contenido en azúcar;
- Fomentar la disponibilidad de agua normal sin ningún coste para los estudiantes;
- Promover el consumo de agua sin sabores, aditivos o carbonatada;
- Limitar el consumo de bebidas isotónicas a los jóvenes atletas que realicen una actividad física vigorosa.
II.3. Estado hídrico y función cognitiva
II.3.1. ¿Qué es la cognición?
Definir la función cognitiva es difícil y complejo. La cognición se refiere a todos los aspectos de cómo los humanos perciben, recuerdan, piensan, hablan y solucionan problemas (Feist et al., 2009). Así, la función cognitiva incluye la atención, el aprendizaje, la memoria y el razonamiento, así como la vista, el oído, la capacidad para actuar, etc. Asimismo, está relacionada con el estado de ánimo, ya que todo fenómeno psicológico es un fenómeno cognitivo (Neisser, 1967).
II.3.2. El impacto de la deshidratación en la función cognitiva de los niños
Se ha reconocido que la deshidratación tiene un efecto negativo en el rendimiento cognitivo, es decir, en la memoria, la atención, las habilidades motoras y el estado de ánimo en los adultos (Armstrong, 2012, Edmonds, 2012, Ganio et al., 2011, Pross et al., 2012).
Aunque los datos en niños son limitados, se ha observado una disminución de la memoria con bajos niveles de deshidratación (1-2% del peso corporal) (Bar-David et al., 2005, Fadda et al., 2008). Del mismo modo,
un reciente estudio sugería que la estructura y la función cerebral podrían verse muy afectadas por la deshidratación en adolescentes en situación de deshidratación (Kempton et al., 2011).
II.3.3. El efecto beneficioso del aumento de la ingesta de agua
Los resultados muestran sistemáticamente que los niños de 7 a 9 años rendían mejor en tareas de atención visual y memoria visual cuando bebían 200-400 mL más de agua antes de las pruebas (Benton et al., 2009, Edmonds et al., 2009a, Edmonds et al., 2009b). En estos estudios, no se evaluó el estado inicial de hidratación de los niños. Hacen falta más estudios para confirmar estos primeros resultados que muestran que una mayor ingesta de agua mejora la función cognitiva en los niños.
Como los niños pasan la mayor parte del día en el colegio, y a menudo se quedan por la tarde para realizar actividades extraescolares, el fomentar la disponibilidad de agua durante y después del horario escolar puede contribuir aumentar la ingesta de aqua.
En resumen
Permanecer bien hidratado, manteniendo un buen equilibrio hídrico en el cuerpo, es importante para los niños físicamente activos y para asegurar el funcionamiento cognitivo (Figura 5).
Figura 5. Los datos anteriores sugieren dos consecuencias importantes de un bajo consumo de agua.
Para retener
Una hidratación saludable para la actividad física
Durante la actividad física, una deshidratación superior al 1 ó 2% dificulta una serie de funciones fisiológicas, aumentando el esfuerzo termorregulador y cardiovascular.
La deshidratación tiene un efecto negativo en la tolerancia al ejercicio y el rendimiento durante la actividad física.
Para los niños que realizan una actividad física regular, el consumo de agua es suficiente para reponer las pérdidas hídricas producidas por el sudor.
En general, el agua es la primera bebida adecuada para hidratarse antes, durante y después del ejercicio físico. (American Academy of Pediatrics Committee on Nutrition and Council on Sports Medicine and Fitness, 2011).
Una hidratación saludable para la función cognitiva
Una de deshidratación leve (1-2% del peso corporal) dificulta la función cognitiva.
El aumento del consumo de agua natural en niños puede reforzar la atención y la memoria visuales.
III. El reto de la hidratación en los niños
III.1. La ingesta total de agua y el consumo de líquidos en niños
III.1.1. Directrices sobre la ingesta total de agua
Varias autoridades regionales e internacionales (EFSA, IoM, OMS) han establecido directrices sobre la ingesta total de agua. Sin embargo, a diferencia de otros nutrientes, no existen suficientes estudios sobre la cantidad de agua necesaria para evitar enfermedades o mejorar la salud. Como resultado, no se han asociado límites de consumo máximos ni mínimos a un beneficio o un riesgo específico. Se han utilizado diversos métodos para establecer la ingesta adecuada de agua. La mayoría se basa en estudios sobre la ingesta y cálculos teóricos, por lo que hay una gran variabilidad en los valores de referencia mundiales (Tabla 1).
En EE.UU. y Canadá, la ingesta adecuada de agua en los niños se basa en la ingesta media de agua de los datos de NHANES III (Third National Health and Nutrition Examination Survey – Tercer estudio para el examen nacional de la salud y la nutrición) (IoM, 2004).
Las directrices más recientes en materia de ingesta total de agua fueron publicadas en 2010 por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En los niños, la ingesta adecuada se basa en las ingestas observadas en estudios donde podía evaluarse el aporte de agua de los alimentos, ajustado para alcanzar la cantidad de agua disponible de 1 mL/kcal ingerida y tener en cuenta las variaciones entre distintas personas.
Según estas directrices, los niños tienen necesidades de agua concretas hasta la pubertad, distintas de las de los adultos (Tabla 1). En la preadolescencia, los chicos tienen una ingesta recomendada mayor que las chicas.
Tabla 1. Valores de referencia sobre la ingesta total de agua (alimentos + líquidos), L/día.
Estas referencias de ingesta total de agua incluyen tanto el agua procedente de los alimentos como el agua de bebidas de todo tipo, incluida el agua potable y mineral. En el caso de los adultos, se considera que el aporte de los alimentos a la ingesta total de agua representa aproximadamente un 20% (EFSA, 2010). Hasta la fecha no se ha completado ninguna evaluación sobre los niños al respecto.
La EFSA no ha establecido niveles máximos de ingesta, debido a la capacidad de los riñones en los individuos sanos para excretar el exceso de agua ingerida, hasta 0,6-1 litros de orina por hora en el caso de los adultos (Noakes et al., 2001).
III.1.2. El consumo de fluidos en niños
Los datos disponibles sugieren que los niños no beben lo suficiente y no alcanzan la ingesta diaria recomendada. Según los datos observacionales de NHANES (EE.UU.), en niños y adolescentes de 4 a 19 años, el promedio de la ingesta total diaria de agua es inferior a la ingesta recomendada por el IoM (agua procedente de bebidas y alimentos) (Kant et al., 2010). Los resultados del estudio DONALD (Alemania) indican que el 49% de los niños y el 29% de las niñas de 4 a 11 años no estaban suficientemente hidratados (Stahl et al., 2007). Además, aunque la proporción de agua natural (del 22% en los niños de 2 a 5 años al 33% en adolescentes) en la ingesta de agua aumenta con la edad, la mayor proporción viene de bebidas, es decir, todo tipo de fluidos excepto el agua potable. Las bebidas suponen el 52% en los niños de 2 a 5 años y un 47% en los adolescentes).
Un estudio reciente ha revelado que de los niños sanos (9-11 años), el 75% no bebía agua antes de ir al colegio. Naturalmente, la osmolalidad urinaria era alta en aquellos que no bebían nada antes de ir al colegio. Sin embargo, lo más sorprendente es que la osmolalidad de la orina también era alta en niños que bebían grandes cantidades de bebidas que no fueran agua (Stookey et al., 2011). Al beber agua se cubren los requisitos de hidratación sin aumentar el volumen de solutos que van al riñón y, por lo tanto, se produce una alta osmolalidad de la orina. Estos datos sugieren que los niños en edad escolar pueden correr el riesgo de recibir una ingesta de agua subóptima en relación con las directrices del IoM, EFSA y la OMS.
III.2. Mejora de la ingesta de agua: una piedra angular de los programas relativos al estilo de vida infantil
III.2.1. El efecto prometedor de la ingesta de agua en la prevención del sobrepeso
La obesidad infantil es una epidemia mundial. En 2010, 43 millones de niños (35 millones en países desarrollados) estaban considerados con sobrepeso y obesos (Figura 6) y 92 millones estaban en riesgo de sobrepeso (de Onis et al., 2010). La prevalencia mundial del sobrepeso y la obesidad aumentó en un 60% entre 1990 y 2010 (de Onis et al., 2010) y en algunos países (especialmente en EE.UU.), la proporción de niños con sobrepeso se ha triplicado desde 1980 (WHO, 2006).
Figura 6. Número (en millones) de niños con sobrepeso y obesos de 0 a 5 años: 1990-2020. (Adaptado de de Onis et al., 2010).
El aumento de peso en la infancia es motivo de gran preocupación porque constituye un aspecto determinante de la obesidad en la edad adulta (de Onis et al., 2010, Guo et al., 1999, Symonds et al., 2011).
La alimentación saludable es una de las claves para prevenir la obesidad, y el consumo de fluidos saludables forma parte de una dieta equilibrada. Se ha considerado que la ingesta de agua reduce el aporte de energía, pero son pocos los estudios que hayan investigado el efecto directo del agua en el control del peso en los niños.
Hace poco, un estudio demostró que la promoción de una hidratación saludable en la escuela primaria, aumentando la accesibilidad al agua mediante fuentes de agua y dando lecciones para promover el consumo de agua, fue una estrategia eficaz para reducir el riesgo de sobrepeso en un 31% en el grupo de intervención (Muckelbauer et al., 2009).
Un estudio en niños con sobrepeso indicó que el consumo de 10 mL/kg de agua fría puede aumentar temporalmente el gasto de energía en reposo durante al menos una hora después de su consumo. Aunque el aumento metabólico observado se producía a corto plazo y era temporal, los autores lo extrapolaron a que si los niños consumieran la cantidad diaria recomendada de agua, este aumento del gasto energético supondría una pérdida de peso de 1,2 kg al año (Dubnov-Raz et al., 2011). Dado que estos datos son limitados, harían falta más estudios para establecer si esta estrategia sería eficaz en la vida real.
Estos primeros resultados sugieren que el aumento del consumo de agua podría tener un impacto positivo en el control del peso en los niños. Así pues, si se demostrase que es eficaz, los programas que fomentan el consumo de agua contribuirían al control del peso en niños. Las autoridades públicas sanitarias están haciendo cada vez más hincapié en la importancia de seguir una dieta saludable y realizar actividad física para prevenir el sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes.
III.2.2. Una acción prioritaria para un estilo de vida infantil más saludable
En respuesta al creciente problema de la obesidad, algunas se han introducido instruciones políticas, especialmente diseñadas para la promoción de la salud infantil. Se basan en la modificación de los hábitos del estilo de vida, tales como la actividad física, el fomento de una dieta equilibrada, incluida la recomendación de favorecer el consumo de agua por encima de otras bebidas. A continuación se presentan algunos ejemplos:
En 2004, la OMS aprobó la Estrategia mundial sobre régimen alimentario, actividad física y salud. En este contexto, se ha publicado más recientemente una serie de herramientas para guiar a los estados miembros a la hora de establecer su plan de acción nacional. El aumento del consumo de agua en niños se ha identificado como una acción prioritaria para la prevención de la obesidad infantil (OMS, 2012)
- Entre sus directrices, el Institute of Medicine (2007, pp 5) también fomenta el agua como una alternativa más saludable en el colegio: "Las escuelas deberán poner el agua natural sin sabores a disposición de los niños de manera gratuita a lo largo de todo el horario escolar, ya sea en forma de agua embotellada o fuentes."
- Del mismo modo, en Francia, el Plan nacional de nutrición y la salud (PNNS, 2008) recomienda: "El agua puede consumirse sin restricción durante y entre las comidas. Para estar sanos, el agua es la única bebida necesaria. El agua es la mejor bebida que calma la sed sin añadir calorías."
- Con esta ambición, se están llevando a cabo programas en todo el mundo. Por ejemplo, el Servicio de alimentación y nutrición, que forma parte del Departamento de agricultura de EE.UU. (2010) puso en marcha hace poco una iniciativa orientada a combatir la obesidad infantil. Aunque todavía es demasiado pronto para concluir si es eficaz, el programa "Let's Move" apoya acciones sencillas, tales como las recomendaciones de unos patrones de alimentación saludable en el colegio y en casa, un etiquetado mejor de los alimentos y un aumento de la actividad física diaria en los niños. Entre las alternativas más saludables propuestas, hay una que consiste en elegir mejor las bebidas, optando por agua en lugar de bebidas azucaradas.
Por último, los hallazgos de algunas pruebas controladas efectuadas recientemente de forma aleatoria demuestran que el consumo de bebidas no calóricas en lugar de calóricas disminuye el aumento de peso en niños y adolescentes (de Ruyter et al., 2012, Ebbeling et al., 2012).
III.2.3. La acción mundial: ejemplo del programa de desarollo a largo plazo
Los programas relativos al estilo de vida infantil reconocen la importancia de una buena hidratación con agua preferentemente incluyéndola en las principales medidas relativas al estilo de vida. Algunos ya han arrojado resultados alentadores.
El programa EPODE (Ensemble Prévenons l’Obésité des Enfants – Together Let’s Prevent Childhood Obesity) es un programa de intervenciones locales para prevenir la obesidad infantil. Su objetivo es desarrollar en distintos países una metodología destinada a prevenir la obesidad. Este programa implica a todos los interesados de una comunidad para animar a las familias a adoptar un estilo de vida saludable (dieta equilibrada y actividad física). Entre otras, las acciones de prevención incluyen la promoción de la ingesta de líquidos más sanos en niños y adolescentes. Un estudio piloto lanzado en 1992 en dos ciudades francesas demostró que la prevalencia del sobrepeso en niños de 5 a 12 años era bastante inferior en ambas ciudades piloto en comparación con las ciudades de control, respectivamente un 8,8% y un 17,8% (Romon et al., 2008). Desde su lanzamiento oficial en 2004, el programa ha sido implantado en muchos lugares de Francia. Además, el modelo ha sido adoptado en otros 5 países (Tabla 2).
Tabla 2. Programas a largo plazo de EPODE desarrollados en todo el mundo.
Los dos últimos programas han desarrollado acciones específicas para promover la ingesta de líquidos saludables. El tema de OPAL "Agua: La bebida fría original" está orientado a animar a los niños a sustituir el consumo de bebidas azucaradas por el agua natural del grifo.
Existe un consenso entre las autoridades públicas sanitarias y las sociedades científicas en relación con el agua y otros tipos de líquidos ingeridos. El agua es una opción saludable en cualquier momento y el único elemento que necesita el cuerpo para reponer las perdidos hidricas. No tiene calorías, azúcares ni aditivos. Por lo tanto, el agua debería ser la bebida preferida para hidratarse.
Para retener
En los niños, la mayoría de las directrices relativas a la ingesta total de agua se basan en estudios sobre ingesta y cálculos teóricos, por lo que existe cierta variabilidad en los valores de referencia dados en todo el mundo.
Según las directrices, los niños tienen unas necesidades de agua específicas hasta la adolescencia, que son diferentes de las de los adultos.
La obesidad infantil está aumentando en todo el mundo y constituye un problema importante porque el aumento de peso en la infancia es un factor muy determinante de la obesidad adulta.
El agua es una opción saludable en cualquier momento. No tiene calorías, azúcares ni aditivos. Así pues, son muchas las organizaciones profesionales que recomiendan el agua como primera opción de bebida.
Cada vez se considera más el aumento de la ingesta de agua como una acción prioritaria para un estilo de vida más saludable en los niños.
- La fisiología del agua cambia rápidamente durante los primeros años de vida, y se va ralentizando hasta alcanzar progresivamente la fisiología adulta en la adolescencia.
- A pesar de las diferencias fisiológicas, la capacidad termorreguladora de niños y adolescentes es comparable a la de los adultos.
- Los riñones alcanzan la madurez hacia los dos años de edad aproximadamente, con una capacidad de dilución y concentración de la origina equivalente a la de los adultos.
- Una deshidratación leve (1-2% del peso corporal) tiene un efecto negativo en la tolerancia al esfuerzo y el rendimiento durante la actividad física, así como en las funciones cognitivas.
- El agua es una opción saludable en cualquier momento. No tiene calorías, y no contiene azúcares ni aditivos. Como consecuencia, cada vez se considera más el aumento de la ingesta de agua como una acción prioritaria para un estilo de vida más saludable en los niños.